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Adicciones, paradependencia y qué hacer con los niños. ¿Es necesario un tratamiento psicológico?

  • Foto del escritor: Melina Gancedo
    Melina Gancedo
  • 10 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 27 sept 2021



En el artículo “Paradependencia: ¿Cómo impacta una adicción en los hijos?” vimos que se denomina paradependencia al conjunto de efectos y vivencias que presentan los hijos de padres adictos y que esto puede llegar a afectar al niño en forma integral, produciendo manifestaciones físicas y alteraciones en su forma de ser, de sentirse, de identificarse, de relacionarse consigo mismo y los demás; también puede afectar su autoestima, su desempeño escolar, sus vínculos sociales, etc.



En primer lugar, no podemos establecer que todo niño, hijo de un madre o padre con problema de adicción, necesite como única salida un tratamiento psicológico. Cada adicción se transita diferente, cada persona adicta la viva y la trasmite de forma diferente. Por lo cual, cómo el niño vivencie esta problemática es un hecho individual que dependerá de la subjetividad singular de cada niño y del contexto en el cual se encuentra. No todos los hijos de personas adictas se verán atravesados por las mismas angustias, problemáticas y dificultades.


En virtud de la evolución del niño en su relación con la problemática familiar, y si se observan manifestaciones psico-físicas-sociales que representen perjuicio para el niño, se recomendará la atención psicológica.


El encuentro psicológico con niños requiere de intervenciones que potencian la constitución del sujeto en desarrollo, lejos de obturarla; éstas son intervenciones que acompañan, desde el suelo, saltando o con disfraz mediante, que construyen espacios, realidades, encuentros, junto al niño, entendido éste como portador activo de un saber, un saber – hacer, donde el jugar ocupa un lugar privilegiado.


La psicología se ve demandada en la práctica diaria a acompañar procesos, a alojarlos; escuchar más allá de lo dicho, verbalizar lo no dicho y revisar qué hay detrás de lo verbalizado, procurando abrir interrogantes, identificar y potenciar posibilidades, y resignificar al síntoma, escucharlo, hacerlo jugar…


Lo no dicho angustia, hace síntoma. Se expresa mediante la salida que encuentre: un dolor, un insomnio, una hiperactividad, un déficit de atención, una enuresis, un llanto, un silencio.


Es a través del juego que el niño puede empezar a darle forma a eso que calla, o que dice con sus síntomas, gritos o berrinches.


En la terapia, el niño empezará a elaborar aquello que hace malestar y que hasta el momento no ha encontrado forma sana de salir a la luz.


Será su espacio individual, donde podrá elaborar aquello que la grupalidad de la problemática familiar obtura, silencia o anula, sin una intención consciente.


Una vez diagnosticada la adicción del padre o de la madre y habiendo acordado que la consulta psicológica del hijo es una decisión pertinente, también lo será que el resto de la familia también reciba contención. Hay muchas formas de obtenerla, por lo cual no es excusa no tener dinero ni tiempo.

Existe la consulta paga y la consulta gratuita. Existe la terapia individual y la terapia familiar o grupal. Existe la terapia presencial y la terapia a distancia.


No se necesita ni dinero ni demasiado tiempo para acudir a pedir orientación y atención respecto a la problemática que está afectando a toda la familia.

De los adultos se necesita, en primer lugar, la toma de conciencia de que lo que está alterando el cotidiano vivir de la familia es una adición, es decir, entenderla como un problema de salud que tiene recuperación. También se necesita disposición a informarse y a aprender qué es una adicción. Además es fundamental el compromiso, con el espacio terapéutico, con los cambios a implementar, con la propia salud y con el bienestar de la familia.


Cualquier adicción afecta a toda la familia. Los hijos no son excepción. Y, si bien, según el caso se recomendará la consulta psicológica o no, los adultos también necesitan orientación, contención y espacios donde volcar sus dudas, confusiones, prejuicios, miedos, enojos, dolores, referidos a la problemática familiar.


No es fácil aceptar que un ser querido tiene una adicción, pero es peor mirar para otro lado y dejar que las cosas “fluyan”, sabiendo que pueden venir consecuencias negativas.


De una adicción se puede salir. Si es con apoyo familiar, mejor. Pero para ello la familia también requiere de ayuda. Sólo es cuestión de dar el gran paso de animarse a involucrarse en la problemática, averiguar qué opciones de atención se adecuan mejor según la situación de cada familia y prestar mucha atención a lo que le ocurre a los niños y actuar en consecuencia, a tiempo.



Lic. Melina Gancedo

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